La forma de conseguir identificarnos con ese yo interior, ese “yo” que tiene todas las respuestas a nuestras preguntas, ese “yo “que nos va a traer la felicidad, la calma, la paz, y todo lo que deseemos; es procurar un estado en el que seamos capaces de establecer una atención controlada, es decir una atención consciente de “liberación de pensamientos nocivos”.
Una concentración eficaz que nos permita neutralizar esas ideas que envenenan nuestro subconsciente empieza por vaciar nuestra mente, blanquearla en un primer momento tratando de que no se atraviese ningún pensamiento en un determinado lapso de tiempo. Una vez hecho esto; el proceso continua cuando empiezan a incursionar sólo las ideas que hayan representado momentos de felicidad en el pasado o en el presente, y una vez fortalecido ese estado de armonía, entonces comienzan también a proyectarse las imágenes de felicidad sobre el futuro.
En la atención mental el silencio es fundamental
para aprovechar la energía latente, esa energía que nos otorga paz y tranquilidad. El aprender a concentrarse es un aprendizaje gradual, uno aprende a poner atención a un objeto específico y no
permite que otro se atraviese. Se concentra en ese objeto, se convierte en el observador, en el proceso de observación, y en lo observado.
Una buena meditación por las noches es una manera
eficaz de lograr la concentración en cada actividad que realicemos durante el día. La concentración viene a ser lo mismo que la atención sólo que más controlada. Por tanto primero se pone
atención en algo, y luego que está ya bien fijado en tu mira, te concentras en él para que puedas realizar tu actividad o tu labor de la mejor manera.
Pongamos más atención valga la redundancia en este concepto de la Atención Mental que es una concentración consciente en el proceso de autovigilancia de los pensamientos.
En este punto me parece importante recoger las enseñanzas de maestros
del Budismo que hacen hincapié en diversos aspectos que recojo del Texto sagrado Satipatthana Suta.
Según este texto, las fuentes principales del poder de la Atención
Pura son:la función de ordenar y la función
denominar:
La función de Ordenar empieza primero poniendo orden en
el hogar mental.
El común de las personas que no logra armonizar y controlar su mente
son el resultado de la falta de un entrenamiento mental metódico. Si dichas personas echaran un vistazo intimo a sus propios pensamientos y actividades cotidianas, se encontraría con un panorama
altamente desconcertante.
Tendría que encararse, además de con unos cuantos canales principales
de sus pensamientos y actividades prefijadas, con un enmarañado conjunto de percepciones, pensamientos, sentimientos, movimientos accidentales del cuerpo, etc., que le mostrarían tal desorden y
confusión que no podría, con toda seguridad, tolerar su propio cuarto de estar. Con todo, es éste el estado de cosas de una considerable parte del tiempo que pasa despierto, así como su habitual
actividad mental.
Si somos capaces de advertir los detalles de esta escena tan
desordenada, podemos empezar a desandar ese camino turbulento.
Por ejemplo, lo primero que encontramos es un vasto número de
impresiones sensoriales, visuales, sonoras, etc., casuales, que pasan incesantemente a través de nuestra mente. La. mayor parte de ellas permanecen vagas y fragmentarias, y algunas, incluso,
están basadas en prejuicios y falsas percepciones. El sostenimiento de estas debilidades inherentes, forma a menudo la base de juicios y decisiones no probadas a un más alto nivel de conciencia.
En verdad, todas estas impresiones casuales no necesitan y no pueden ser objeto de atención focalizada. Una piedra en nuestro camino, que acierte a ponerse bajo nuestra mirada, sólo reclamará
nuestra atención si obstruye nuestro progreso o nos resulta interesante por alguna otra razón.
Ahora bien, si omitimos demasiado estas impresiones casuales, podemos
tropezar con muchas piedras reales o figuradas y por la misma razón desestimar más de una gema que haya en nuestro camino.
A continuación, existen aquellas percepciones, voliciones,
pensamientos y sentimientos más significativos y definitivos, que tienen una conexión más íntima con nuestra vida proyectada. Y encontraremos ahí también que una elevada proporción de los mismos
se halla en un estado de profunda confusión. Cientos de corrientes cruzadas relampagueará a través de la mente, y por todas partes hay "cabos y rabos" de pensamientos inacabados, emociones
sofocadas y caprichos pasajeros. Muchos de ellos hallan una muerte prematura debido a su innata débil naturaleza, nuestra falta de concentración o bien porque son sustituidos por impresiones
nuevas y más fuertes.
Si observamos nuestra propia mente, advertiremos cuán fácilmente se
desvían nuestros pensamientos y cuan a menudo funcionan como discutidores indisciplinados, interrumpiéndose de manera constante unos a otros rehusando escuchar los argumentos de la otra parte.
Otras veces, muchas líneas de pensamientos que permanecen rudimentarios o se quedan sin traducirse en deseo o acción porque carecemos de valor para aceptar las consecuencias prácticas, morales o
intelectuales de esos pensamientos.
Si se continua examinando más íntimamente la fiabilidad por término medio de nuestras percepciones, pensamientos o juicios, tendremos que admitir que muchos de ellos son justamente un producto del hábito, dirigidos por las emociones o los prejuicios intelectuales, por nuestras preferencias o aversiones favoritas, por la pereza y el egoísmo, por observaciones imperfectas o superficiales, etc.
Es importante dar esta mirada a las ampliamente descuidadas regiones
de la mente, ya que representará un saludable shock para el observador. Darse cuenta de estas falencias le convencerá de la urgente necesidad de una cultura mental metódica, que se extienda no
sólo a una delgada capa superficial de la mente, sino también a aquellas vastas regiones crepusculares de la conciencia a las que hemos hecho ahora una breve visita.
El observador se dará cuenta entonces del hecho de que una pauta
fidedigna de fuerza interior y lucidez de la conciencia no puede derivarse en su totalidad de ese sector de la mente relativamente pequeño que permanece bajo la intensa luz de los deseos y
pensamientos prefijados, ni puede ser juzgada por unos cuantos resultados óptimos de actividad mental alcanzada en un breve espacio de tiempo durante períodos intermitentes. El factor decisivo
para determinar la calidad de la conciencia individual se basa en la circunstancia de si esa débil característica de conocimiento de nuestra mente cotidiana y la porción incontrolada de la
actividad cotidiana, tienden a aumentar o a disminuir.
La principal responsable de la creación y tolerancia de esa confusión
y falta de método en nuestra mente, que hemos descrito, es la pequeña negligencia diaria en pensamiento, palabra y obra, que se prolonga durante muchos años de nuestra vida (y tal y como enseña
el Buda, durante muchas existencias).
La vieja enseñanza Budista dice: "La negligencia produce una gran
cantidad de polvo y suciedad e incluso un gran montón de desperdicios. Es como sucede en una casa. Si no limpiásemos durante años la pequeña cantidad de polvo que se recoge cada uno o dos días,
éste se convertiría en un gran montón de basura".
La claridad de estas palabras nos hacen entender que es en esa
oscuridad y en los polutos rincones de nuestra mente donde habitan nuestros más peligrosos enemigos. Desde allí nos atacan de improviso y logran vencernos demasiado a menudo. Este mundo entre dos
luces, poblado por deseos frustrados y resentimientos contenidos, por vacilaciones y caprichos y tantas otras figuras sombrías, forma una retaguardia desde la que las pasiones crecientes -codicia
y lujuria, ira y odio- pueden derivar en poderoso soporte. Además, la oscura y obscurecedora naturaleza de esta región crepuscular es el auténtico elemento y la madre tierra de la tercera y más
fuerte de las "Raíces del demonio" ( akusalamula): la Ignorancia y la Ilusión.
No es suficiente poner solo fuerza de voluntad para liberarnos de la
turbulencia, dichos intentos para eliminar las principales contaminaciones de la mente -codicia, odio e ilusión- fracasarán en tanto estas contaminaciones encuentren refugio y sustento en las
regiones turbias e incontroladas de la mente; en tanto que el cerrado y complejo entramado de estos pensamientos y emociones semiarticulados formen la textura básica de la mente en la cual,
precisamente, se tejen los hilos de oro del pensamiento noble y lúcido.
Pero ¿qué hacer con esta masa enmarañada y difícil de manejar? El
hombre, por lo general, trata de ignorarla y de confiar en las energías contrarrestadoras de su mente superficial. Pero el único remedio seguro es precisamente encararlo, sí, pero con atención
mental.
No se necesita nada que sea más difícil de adquirir que el hábito de
apercibirse de estos conocimientos rudimentarios tan a menudo como sea posible, dirigiendo la "Atención Pura" hacia ellos. Aquí el principio fundamental es el simple hecho de que no pueden
existir dos pensamientos al mismo tiempo. Si se halla presente la clara luz de la atención mental, no queda sitio para el crepúsculo mental: Cuando la atención mental continuada ha asegurado un
pie firme, serán asunto de importancia secundaria, comparativamente, los procedimientos con los que la mente hará frente entonces a estos rudimentarios pensamientos, caprichos y emociones.
Puede, justamente, apartarlos de sí y reemplazarlos por determinados
pensamientos, o puede permitirlos e incluso obligarles a completar lo que tienen que decir. En el último caso, revelarán a menudo cuán pobres y débiles son realmente, y entonces no será difícil
disponer de ellos una vez que han sido obligados a manifestarse. Este procedimiento de la Atención Pura es muy simple y efectivo; la única dificultad estriba en la perseverancia de su
aplicación.
Cuan importante son estos conceptos en el comtrol de la mente,
conceptos en su gran mayoría recogidos de textos budistas en donde se puede identificar como se establece una especie de servicio de autovigilancia interior que mantiene nuestra mente tranquila y
funcionando óptimamente, es decir, esto es el resultado de una atención mental.
Uno siempre debe recoger y extraer lo mejor de cada cosa que lea,
escuche o vea, y este tema de la atención mental es fundamental para empezar a lograr la armonía y el control de la mente. Es por ello que recogemos estos escritos de tendencias budistas porque
aun cuando quien habla no comparta algunas normas de dicha religión se debe reconocer que desde el punto de vista espiritual tiene muchas cosas valiosas por aprovechar. Según estos escritos, la
observación de algo complejo significa identificar las partes que lo componen. Si esto se aplica a las complejas corrientes de la vida mental y práctica, se notará automáticamente una fuerte
influencia reguladora. El curso de los pensamientos se sucederá de una forma menos desordenada y rebelde, como si se sintiera avergonzado por la presencia de un ojo observándole tranquilamente;
no se diversificará tan fácilmente y se asemejará más y más a un río que fluye constantemente.
MARDAM
http://mentefilosofica.blogspot.com/
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