El tipo de seguridad que tiene que ver con el conocimiento interior, es la verdadera seguridad, es la auténtica satisfacción de sentirnos valiosos pues se siente a Dios como nuestro guía interior.
La confianza proveniente del yo interior es auténtica porque nada ni nadie nos la puede quitar, es el principio de una seguridad verdadera afín a los seres espirituales, a diferencia de la falsa seguridad de la persona materialista dependiente de susceptibilidades externas.
En el mundo actual predomina la “falsa seguridad”, es la que tienen los seres materialistas o no espirituales, es una “seguridad” que tiene que ver con la dependencia. Esta dependencia puede ser respecto de la apariencia física, la riqueza, la posición social, y también la experiencia.
De todas ellas la seguridad por apariencia física es quizás la más falsa de todas, pues tiene que ver con parámetros o estereotipos sociales arbitrarios e injustos que solo buscan establecer diferencias basadas en prejuicios. Mucha gente, nace y se desarrolla con una confianza que no ha venido de su fuero interno, sino de conceptos externos ya establecidos por la sociedad.
Aquellos parámetros bobos e injustos son como etiquetas que las personas de pocos alcances aceptan sin chistar. En realidad parámetros que vienen desde los tiempos más remotos, quizás los romanos, quizás los egipcios. En realidad saber quién invento esos parámetros es irrelevante, lo que si se debe resaltar y recordar es que esos criterios no fueron establecidos precisamente por las personas más sensatas e inteligentes, sino todo lo contrario, lo crearon las personas más injustas y estúpidas.
Las personas que realmente buscan evolucionar deben saber que la seguridad que realmente dura es la que viene de aquel conocimiento interior que a su vez es producto del estudio y la dedicación por conocerse realmente a sí mismo.
Es decir, del conocimiento interior nace la auténtica confianza que afianzada con el tiempo en nuestro ser, nos dará la verdadera seguridad en nuestras vidas, algo totalmente opuesto a la falsa y dependiente “seguridad” de la persona común.
MARDAM