LA PLENITUD ESPIRITUAL


Es una cuestión fáctica  que el  Universo se alinea y  está en armonía con nosotros, cuando cumplimos con las leyes espirituales. Cuando se estudia y aplica dichas leyes se comienzan a manifestar los milagros en nuestras vidas, , pasamos a un estado de gracia donde la realidad de lo que “no es” se convierte en lo que “es”.

 

 

Entre las condiciones para alcanzar  la plenitud se deben aplicar varios principios inherentes a las leyes espirituales, por ejemplo:. “Para cosechar hay que sembrar”. Las acciones que uno realiza en este mundo tienen repercusión en el Universo, lo bueno o malo que causamos a nuestro entorno regresa de igual manera.

 

Estamos hablando claro está de la conocida Ley de Causa y Efecto. Esto nos lleva a la pregunta ¿Cómo se puede escapar a las consecuencias de nuestros malos actos?

 

En realidad el Universo que es perfecto devuelve lo que le damos, es su reacción ante determinada acción, sea buena o mala, y en este último caso, sin embargo quizás un arrepentimiento sincero ante algo malo realizado y una nueva y positiva disposición anímica puedan atenuar las consecuencias.

 

De cualquier modo la persona con disposición espiritual debe seguir adelante aun con los errores, pero para que los efectos siempre sean favorables debemos buscar en todo momento ser conscientes de nuestros actos, debemos vigilar nuestros pensamientos y cuando estemos propensos a decir o hacer cosas que puedan dañar a los demás proyectemos la visión de lo que podría suceder como consecuencia de ello.

 

La persona espiritual debe tener como mayor virtud la empatía, debe saber ponerse  en el lugar de enfrente antes de realizar una acción, como si fuera a él mismo a quien se haría el daño, debe imaginar con su mente que consecuencias se derivarían de su conducta. , y luego de una evaluación calmada y meditada, tomar la decisión correcta de replantear una acción.

La decisión correcta es la que no deja dudas en nuestra conciencia, la que luego del análisis que parte de nuestro fuero interno, deja tranquila y en paz a la conciencia.    

 

Aparte de ello para estar en armonía y consonancia con nuestro entorno debemos también acostumbrarnos a la “no resistencia”, en el mundo las cosas se dan como deben darse, las cosas que se han creado durante millones de años sin ofrecer resistencia, piedras, plantas, animales y nosotros mismos son el resultado de la aceptación. Dejemos también que nuestros pensamientos se generen a partir de ese concepto, así se sembrarán en el suelo fértil para que puedan ser realizados.

 

Cuando nosotros cumplimos con las leyes de la Naturaleza, podemos hacer que nuestras intenciones den frutos, así  pues pongamos una atención concentrada en el presente en las cosas que nos tocan hacer y entre cada pensamiento y el silencio plantemos las intenciones y nuestros deseos más fervientes.

 

Pero para que nuestras intenciones se materialicen debemos tener un deseo sano. ¿Y que es un deseo sano? Un deseo sano es desear algo sin apego. Porque el apego crea ansiedad innecesaria y sobretodo desgasta energía. Consume nuestras fuerzas y bloquea la realización de nuestros sueños.

 

Entonces entre otros aspectos, la empatía más un deseo ferviente sin desapego, sembrado en una atención consciente del presente nos pueden permitir el acceso al campo ilimitado de posibilidades que resulta de estar en armonía con el Universo. Cuando el yo interior está en concordancia con ese entorno del cual forma parte,  de esa forma, se hace posible crear cosas maravillosas, los deseos más anhelados pueden estar  a nuestro alcance, porque nos convertimos plenamente en seres espirituales, en seres milagrosos. 

  

MARDAM

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